sábado, 10 de mayo de 2014

Superando tus miedos

Por María del Pilar García Arroyo y David Álvaro Ortega

 

Lo primero que hay que recordar es que el miedo no es un problema, es un indicador de que existe un problema, que es algo muy diferente.( ¿Qué es el miedo?)

 
 Vamos a imaginar que nuestras emociones son como el panel de mandos de un coche. El miedo equivale a la luz roja que se enciende cuando el combustible está a punto de agotarse, cuando estamos en reserva. Sabemos que la luz roja en sí no es el problema, sólo es un indicador. Cuando la luz roja se enciende, lo normal no es quedarse en la carretera parado, rezando para que no se gaste la gasolina. Lo que hacemos es buscar la gasolinera más próxima y llenar el depósito. La luz se apaga y se acaba la alerta.

Ahora, vamos a empezar diciendo cómo NO se supera el miedo:

-         Equiparando miedo a cobardía. En este caso, se descalifica la emoción que sientes y, de paso, te descalificas a ti mismo por sentirla. Ello te hace sentir peor y al miedo se unen la vergüenza y la humillación. Sentir miedo no es de cobardes, no sentirlo sería un verdadero problema. La idea de cobardía nace de un supuesto equivocado: pensar que todos los seres poseemos los mismos recursos para enfrentarnos a ellos. Es decir, posees los recursos pero no te enfrentas al peligro, por tanto, eres un cobarde. ¡Atención! No basta con tener los recursos, es necesario saber que los tenemos.
 
-       Mediante la autosugestión: Yo no tengo miedo, yo no quiero tener miedo, no hay motivo para sentir miedo, no voy a permitir que el miedo me supere… Anestesiar el miedo, negarlo, es como cubrir la luz roja del tablero de mandos para que no se vea.

-       No escuchar al miedo puede conducir a un círculo vicioso: cada vez pronostica situaciones más catastróficas, buscando ser oído, lo que hace que se le escuche menos. Cuando el círculo vicioso se instaura quedan sentadas las bases para el miedo crónico y los ataques de pánico.

-       Pensar que el miedo es injustificado. NO HAY MIEDOS INJUSTIFICADOS. Que no conozcamos las razones que hay bajo ese síntoma de alerta, no quiere decir que no existan.  Cuando digo que un miedo es injustificado estoy estrechando el Universo entero al tamaño de “mi” universo.
 

 
Pues bien, se ha encendido la luz. Tienes miedo.
¿Qué puedes hacer?
 
1.      Identificar la emoción. Hablarte a mí mismo y decirte que tienes miedo. Intentar averiguar exactamente a qué le tienes miedo.

2.      Escuchar a tu miedo, es decir, reconocer que existe y tratar de conocerlo lo mejor posible, independientemente de que te guste o no lo que percibes. ¿El miedo que sientes es funcional o disfuncional? ¿Te ayuda o te perjudica? (Emociones: claves para reconocerlas)
 

3.      Ante el primer signo de desconfianza, de ansiedad ante una acción, pregunta a tu miedo: ¿Qué es lo peor que podría pasar si lo hago? Seguro que cuando lo analizas bien, no es para tanto. Sobre todo, si vas un paso más allá y te dices: Si no lo hago porque tengo miedo, ¿qué es lo mejor que podría pasar? ¿y lo peor? ¿Merece la pena no actuar?

4.      Busca bien en tu interior y pregúntate en qué te ayuda ese pensamiento, de qué te sirve tener miedo. Muchas veces la respuesta es que no te sirve para nada. Entonces, ¿para qué sigues alimentando esa idea? ¿Qué ganas con ello? ¿Cómo serías sin ese miedo?

5.      Si tienes miedo es porque no posees los recursos para enfrentarte a la situación. Si tuvieras los recursos, no tendrías miedo. La pregunta es: ¿de verdad careces de recursos?

6.      Busca en tu vida situaciones en las que hayas sentido ansiedad y que luego hayas resuelto de un modo satisfactorio, ¿cómo lo hiciste? ¿qué recursos utilizaste? ¿cómo te sientes sabiendo que pudiste hacerlo?

7.      Intenta recordar algo que te hizo tener miedo y estar muy preocupado hace cinco años (un examen, un compromiso, un nuevo trabajo…). Visto con el paso del tiempo, ¿realmente fue tan importante como para dedicarle tantas horas y tantas preocupaciones? ¿Cómo verás lo que ahora te preocupa dentro de cinco años?

8.      Por último, piensa en “Como sería si…”. Imagina la situación y quítale el miedo, no te va a pasar nada, sólo estás pensando. ¿Qué harías si tuvieras confianza plena en tí? ¿Cómo actuarías? ¿Cómo te moverías? ¿Cuáles serían tus pasos? ¿Cómo te verías, te sentirías? ¿Qué te dirías a ti mismo?
 

 
Si eres capaz de imaginarte en ese estado de CONFIANZA,
lo único que tienes que hacer es ACTUAR de acuerdo con las respuestas que te has dado.


 

jueves, 1 de mayo de 2014

¿Qué es el miedo?

Por María del Pilar García Arroyo y David Álvaro Ortega


El miedo es la sensación de angustia que se experimenta ante la percepción de una amenaza.

Aunque es muy desagradable, es un mecanismo imprescindible para la supervivencia, porque nos alerta y aleja de situaciones que nos ponen en riesgo.

Es importante reconocer que algo en sí mismo no tiene que ser una amenaza, sino que lo será para alguien concreto y en una determinada situación.
El miedo surgirá cuando exista una desproporción entre la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos que contamos para resolverla.

Es muy importante diferenciar también el miedo de la ansiedad. Mientras que el miedo surge como respuesta inmediata a una amenaza concreta, la ansiedad es una respuesta a “amenazas” invisibles sentidas en la mente.

El miedo y la ansiedad, no obstante, no tienen que ser necesariamente negativos. Ignorar el peligro real conduce a asumir riesgos innecesarios e incluso muy peligrosos. La ansiedad, por otra parte, tiene también un lado positivo (será funcional), cuando te permite estar listo y preparado ante lo que estás anticipando.

El problema real viene del miedo y la ansiedad crónicos. Cuando esas emociones se instalan en nuestra vida y nos bloquean e impiden avanzar en nuestro camino.

Muchas veces el miedo no proviene de una amenaza física, sino que lo que está en peligro es la imagen que tenemos de nosotros mismos y que es el resultado de las experiencias que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida.

Desde que somos pequeños nos insisten en cómo deberíamos ser. Si pensamos que no somos como deberíamos, aparece otra nueva imagen que hay que proteger. Ya no sólo hay que estar atento para que nadie desafíe la idea que tenemos de nosotros mismos, además hay que estar atento para que los demás no descubran que no somos quienes “deberíamos ser”.

Podemos sentir todos la situación de tensión en la que se vive cuando hay que proteger, por una parte, el cuerpo físico, por otra la imagen mental de lo que somos y, además, la imagen mental de lo que no somos.

Uno de esos miedos relacionados con nuestra imagen interior es el miedo al cambio, nos resistimos a él y vemos peligros por todas partes. Cuando uno cambia, esa imagen necesariamente tiene que cambiar y, aunque sea para mejorar, esa imagen no quiere ser modificada. El miedo viene fundamentalmente de la incertidumbre, porque en ésta hay muchos menos parámetros para la orientación, hay menos puntos de referencia y la sensación de amenaza es mayor.

Directamente conectado con el miedo al cambio está otro de nuestros principales temores: el miedo al fracaso. Si cambio puedo fracasar, y eso me da más miedo aún que el cambio en sí mismo.

Aunque nuestra cultura admira la innovación, es francamente dura con el fracaso y se da la paradoja de que se alaba desmedidamente al que tiene éxito como si esa misma persona nunca hubiera tenido un fracaso. Realmente lo que sucede es todo lo contrario, normalmente el que triunfa es porque ha ido aprendiendo de sus errores, porque los ha asumido como parte de un proceso natural y deseable de aprendizaje.
 
Sin embargo, hay otro miedo muy extendido y del que se habla menos: el miedo al éxito. Está intimamente relacionado con el cambio, si tengo éxito, ¿podré seguir viviendo mi vida como hasta ahora? ¿A qué voy a tener que renunciar? Aparece la incertidumbre: ¿seré capaz de controlar todo lo que irá apareciendo? ¿Seré capaz de mantener la nueva situación mucho tiempo? Sin olvidar que tras este miedo aparece una creencia muy importante: ¿Me lo merezco? ¿En qué clase de persona me voy a convertir? De nuevo aparece esa lucha entre lo que creemos que somos y lo que pensamos que deberías ser realmente.
¿Cuáles son las consecuencias del miedo al éxito? Que yo mismo me boicoteo, no hago los esfuerzos suficientes para alcanzar lo que digo que quiero conseguir, dejo que los obstáculos externos tengan mucho peso en mis actos para así tener a quién o qué culpar de no haberlo logrado.
 

En definitiva, aunque vivir sin miedo sería catastrófico pues su función es protegernos del peligro, el miedo disfuncional (Ver "Emociones: claver para reconocerlas") consigue dejarnos paralizados, bloqueados, sin posibilidad de avanzar hacia dónde queremos llegar, anula nuestros logros y oscurece nuestras vidas.

Si quieres aprender a superar tus miedos, continúa leyendo en el post titulado SUPERANDO TUS MIEDOS