Por María del Pilar García Arroyo y David Álvaro Ortega
Pero, ¿qué es el enfado exactamente? ¿Cómo lo podemos definir como emoción?
Es la
respuesta física y psíquica que experimentamos cuando nos enfrentamos a un
obstáculo que nos impide la realización de un deseo o cuando sentimos que alguien ha traspasado nuestros límites.
Toda la energía que
habíamos puesto en la consecución del deseo se transforma en una descarga
contra el obstáculo, lo que se traduce en cambios en nuestro
organismo: aumento niveles de adrenalina, la respiración y el pulso se aceleran, los músculos
se contraen, etc.
En definitiva, se ponen en marcha los mecanismos fisiológicos que nos llevan a dos posibles soluciones: huir o
luchar.
¿Qué hay detrás
del enfado?
Frustración,
cuando no consigo lo que deseo.
Tristeza y dolor,
cuando siento una pérdida.
Incomunicación,
cuando no logro llegar al otro, expresarle mis deseos o cuáles son mis límites.
Miedo al dolor,
que me hace ponerme a la defensiva
Inseguridad sobre
mí mismo y lo que puedo conseguir
Decepción, ante
la falta de la respuesta que esperaba del otro
Reconocer exactamente lo que estás experimentando detrás de tu enfado, te ayudará a utilizarlo en tu favor en lugar de ser un motivo más de tristeza y desconcierto.
Decimos que las emociones son funcionales cuando sirven a un propósito.(Ver: Emociones: claves para reconocerlas)
El enfado, como
emoción, tiene como finalidad el hacerme percatarme de la existencia de un
problema, de un obstáculo en mi camino.
Este enojo será funcional si, como
consecuencia de este descubrimiento, yo pongo en marcha los mecanismos que me
harán resolver la situación.
Cuando surge una
frustración la primera reacción suele ser una gran descarga energética que se
traduce en necesidad de moverse, resoplar, gritar, golpear, patear objetos,
etc. Esta función equivale a la válvula de escape de una olla a presión y es
consecuencia de la descarga de adrenalina.
Hay que
matizar que una cosa es la acción de descarga y otra el ataque físico o verbal
al que tenemos enfrente. La descarga no es destructiva en sí, se convierte en
destructiva cuando la asociamos al deseo de castigar y hacer sufrir al otro.
Cuando la descarga
no se realiza adecuadamente, la carga adrenalítica se acumula y puede
convertirse en problemas de salud, desde contracturas y tensiones musculares
hasta problemas cardíacos y cerebrales serios.
2. Expresión de nuestra emoción.
Hacemos saber al otro (o a nosotros mismos) lo que estamos sintiendo y cuál es la causa que ha provocado el enfado.
No se trata de juzgar al otro, sólo de expresar
nuestras emociones, por dos motivos: a) en el acto de nombrar y expresar lo que
sentimos, se produce una gran descarga, en este caso emocional; b) si esperamos
una modificación de la conducta de la otra persona, primero tenemos que hacerle
saber cuáles son las consecuencias de su comportamiento, el efecto que produce
en nosotros.
3. Formulación de propuestan de reparación
¡Ojo! Yo hago mi propuesta pero respeto la respuesta de la otra persona. El otro es el otro y está
más allá del modelo que yo tengo acerca de él. Por lo tanto, le reconozco el
derecho de actuar como él decida.
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