Por María del Pilar García Arroyo y David Álvaro Ortega
Como coaches, hace un tiempo que nos
estamos planteando hasta qué punto es razonable la proliferación de ideas basadas
en que es posible conseguir todo lo que te propones, que sólo hay que centrarse
(o enfocarse) en tu meta y el universo te ayuda a que tu sueño se haga
realidad.
Como coaches, hace un tiempo que nos estamos planteando hasta qué punto es razonable la proliferación de ideas basadas en que es posible conseguir todo lo que te propones, que sólo hay que centrarse (o enfocarse) en tu meta y el universo te ayuda a que tu sueño se haga realidad.
¿En serio?
Nuestra conclusión: Querer es poder siempre que lo que quieras
sea actuar para conseguir lo que deseas.
Por tanto, no vale sólo con querer,
hay que añadir convicción, compromiso y acción.
Y aquí es donde entra en la ecuación
la perseverancia, es decir, la capacidad de mantener la mirada en el fin y
preparar un plan de acción que te lleve a la meta a pesar de las dificultades,
tanto internas como externas, que vayan surgiendo.
La persona perseverante decide
continuar con su proyecto aunque surjan imprevistos que retrasen su plan o
incluso lleguen a ponérselo realmente difícil. Cada obstáculo se convierte en
una fuente de aprendizaje que habrá que tener en cuenta en el siguiente paso.
Eso
sí, para dar resultados satisfactorios la perseverancia debe ir unida a la
flexibilidad, de nada sirve ser constante si nos empeñamos en hacer una y otra
vez lo mismo sin analizar lo que nos está fallando y sin querer cambiar ni una
coma del plan inicial.
La perseverancia sin flexibilidad se
convierte en tozudez, que no es lo mismo.
Por otra parte, tan importante es
ser perseverante como saber cuándo hay que dejar de insistir. Cuando alcanzar
una meta va a suponer un desgaste excesivo y al final, vas a acabar perdiendo
más de lo que ganarás. Cuando el estado final se
acaba convirtiendo en un paso atrás en tu bienestar en lugar de un progreso.
Mientras la perseverancia produce
progreso, fortaleza y templa el carácter, la tozudez causa frustración y
resentimiento, contra uno mismo y contra los demás, a los que se ve como
obstáculos o enemigos.
Por ello, antes de empezar cualquier
camino pregúntate:
¿A qué tengo que renunciar?
¿Quién
seré cuando llegue allí?
¿A quién más implica esta decisión?
¿Qué consecuencias tendrá en mi entorno? ¿Beneficia o perjudica a las personas que
son importantes para mí?
¿Qué consecuencias tendrá en mi entorno? ¿Beneficia o perjudica a las personas que son importantes para mí?
Uno de
los principales obstáculos que encontramos en nuestro camino somos nosotros mismos, que acabamos
auto-saboteándonos con tal de no sufrir un fracaso que nos hiciera sentir mal
o, peor aún, un éxito tan rotundo que nos hiciera salir de nuestra zona de
confort, de nuestro espacio conocido y alejarnos de las personas que hasta ese
momento parecían acompañarnos y que pueden estar impidiéndonos avanzar hacia
nuestro sueño.
¿Por qué lo hacen? Porque si tú
cambias, ellas se verán obligadas a moverse, a seguirte si no quieren perderte
o a alejarse porque su momento ya pasó. Y si tú tienes miedo a avanzar, imagina
el que tienen los que no se lo habían planteado. Por eso te dirán que es
imposible, que tú no vales para eso, que son tonterías… Acepta su pensamiento y
sigue adelante, sin rencor, sin enfados, sin gastar la energía que necesitas en
conseguir tu propósito.
¿Y si a pesar de todo el esfuerzo,
de todo el tiempo y la energía que se ha puesto no se consigue lo que se
quería?
¿Y si a pesar de todo el esfuerzo, de todo el tiempo y la energía que se ha puesto no se consigue lo que se quería?
En
un mundo tan preocupado del resultado, muchas veces es difícil valorar
el esfuerzo si no se ha logrado llegar a lo que está considerado como un
éxito. Así, ¿cuántas veces se valora la nota del examen sin tener en
cuenta el estudio que lleva detrás? Si no has sacado la nota que querías, ¿seguro que es un fracaso?
Vale, no has llegado exactamente al punto deseado, ¿dónde te encuentras en este momento? ¿Sientes que has avanzado respecto al punto de partida? ¿Te gusta lo que ves de ti en este momento?
¿Qué te ha llevado hasta ahí? ¿Qué cosas de las que has hecho te han acercado a tu objetivo? ¿Qué has aprendido de todo ello?
Cuando nos propusimos escribir este artículo y nos sentamos a hacerlo, vimos como iban surgiendo poco a poco ideas. Algunas de ellas eran realmente estúpidas (¿y las risas que nos echamos?), otras eran "demasiado" provocadoras o estaban fuera del hilo argumental que queríamos seguir. Realmente, se han quedado fuera más ideas de las que aquí aparecen. Mas nadie, nadie,
va a ser capaz de borrar esas ideas de nuestras mentes, no nos van a
poder quitar las reflexiones que hemos hecho, lo mucho que hemos
aprendido. Hoy, independientemente de que alguien lea este artículo o
no, para nosotros es un éxito porque somos un poquito mejores que ayer, porque hemos disfrutado del camino y porque... tenemos material para otros futuros artículos.
Si, además a tí, lo que estás leyendo te sirve para avanzar, nos sentiremos doblemente satisfechos y orgullosos del trabajo realizado.
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